Ana no daba crédito a lo que
escuchaba, la estaban “reprendiendo” y comenzaba a sentirse culpable por
estar enferma... Es aquí donde empieza una larga batalla por defender el
derecho a estar enfermo, sin tener que pedir perdón por ello.
Llevaba varios
meses con múltiples molestias, acudía al médico casi todas las semanas y al
principio las visitas eran cordiales, pero a medida que trascurrían los días
parecía que el tono y la actitud del doctor iban cambiando. Ella
no entendía esa transformación ¿Por qué le ponía
trabas y no le facilitaba la información que necesitaba?
Pasados varios meses comprendió que lo que le molestaba al médico era no haber acertado en el
diagnóstico. La insatisfacción que le producía el poco o ningún resultado con
aquella paciente, le había llevado a no querer pasar consulta con ella y se puso a
la defensiva con la incomprensible actitud de querer ser dios y no un simple médico.
En el ejercicio
de la profesión el médico debe ser un valedor de sus pacientes, alguien a quien se confiesa la vulnerabilidad del cuerpo frente a la falta de
salud.y eso, en el paciente, debilita su cuerpo y su espíritu.
La primera
lección que aprende un buen médico es que no hay que saberlo todo pues no hay respuesta definitiva para casi nada. Las enfermedades evolucionan y la ciencia avanza por un lado y
el cuerpo por otro y lo que para algunos es bueno para otros es malo, pues en muchos casos no
conocemos bien el origen de la enfermedad. Un médico se enfrenta cada día a casos personales, individuales, y desde luego es importante procurar alivio a sus males,
pero más importante aún es comprender lo que le sucede como persona en primer lugar
y lo que le afecta físicamente por otro, de forma si cabe, independiente.
El médico es el confesor de los
males del cuerpo y el paciente se
desnuda ante él como alguien afligido y débil que no sabe muy bien lo que le
sucede, pero no se encuentra bien, aunque confía plenamente en la medicina.
A partir de ahí, comienza un camino
en el que si se atiende el alma y el cuerpo, el resultado, seguro que es muy
bueno.
Ni todo es ciencia, ni todo
humanidad.
La empatía que se debe producir entre médico y paciente es fundamental para el éxito del camino que comienzan
juntos y no saben dónde los conducirá.
Esta reflexión hizo de algunos médicos grandes humanistas, cuando
comprendieron lo poco que esta en sus manos, y que es el propio enfermo el que da las pistas para atender sus
males.
Ana se enfrentaba no sólo a lo
débil que se sentía, sino a la incomprensión a la que se veía sometida desde el
momento en que su médico empezó a dudar de ella. Eso hizo que todo su mundo se
viniera abajo: su marido, su familia, su trabajo. No es lo mismo estar
enfermo que sentirse enfermo, aunque en los dos casos el paciente siempre tiene la
razón, pues si no lo está y se siente, es igual
que estar y no sentirse ¿Cuál de los dos casos es más importante?
Es entonces cuando empiezan las miradas, los
silencios, que son más crueles que unas malas palabras.
El médico había dictado
sentencia,”usted no padece nada”. Con esta afirmación tan
“científica” ha destrozado su dignidad en un instante.
Ella había sido buena
hija, había terminado una carrera, ejercía con éxito su profesión, era buena esposa. Hasta
ese momento estaba felizmente casada pero en aquel maldito instante se habían
puesto en duda aquellos meses de sufrimiento real y con ello toda su
vida.
Si el médico te ha dicho ya que no
tienes nada ¿por qué insistes?, le preguntan cada día su marido, sus padres, sus
compañeros de trabajo. Y ella como una “loca” (para todos) respondiendo: "Porque ya no soy la misma, me duele el alma, me duele la vida y lo que diga ese
señor a mi solo me indigna. Me duele, estoy cansada en todo
momento, incluso recién levantada, no puedo dormir, no me concentro, no recuerdo
las cosas, me molesta la luz, el ruido, la gente, la sabana rozando mi cuerpo... si
ando, si estoy demasiado tiempo sentada... al hacer fuerza al abrir un bote en la
cocina, al peinarme, vestirme, arreglarme, ducharme, sostener un libro, enfocar la
vista... ¿Creéis que se renuncia a una vida por nada?
¡Qué necio es pensar que puedo
estar fingiendo! ¿Se puede fingir un dolor constante, unas ojeras que dan la
vuelta al rostro? ¿Perder 20 kilos en un mes? Renunciar a una vida por parecer
enfermo...¡qué enfermo hay que estar para creer eso!
He escuchado cientos de relatos a lo
largo de estos años de lucha por la dignidad del paciente, no por una mejor curación o porque se investigue más sino por estar enfermo sin tener que pedir perdon por ello. Ha sido una batalla más dura que la
enfermedad, ha sido el obstáculo mas pesado que el dolor constante.
Es difícil hacer comprender al mundo que
la "evidencia científica" es un término escaso en la vida de las personas
enfermas y que hay un porcentaje aun más alto de enfermedades desconocidas que
las que manejamos con normalidad, que cada día surgen en diferentes lugares del
mundo nuevos síntomas inexplicables en un mundo en donde han aumentado los
medios pero las enfermedades evolucionan. Y ESOS MEDIOS NO SON APLICABLES O DETERMINANTES para muchas de estas enfermedades. La evolución de la medicina es muy
lenta, no se adapta al nivel al que crecen las nuevas patologías y no por ello debemos de poner
en duda a la persona, creando nuevas enfermedades, “las emocionales”, para
añadírselas a este grupo de personas que refieren síntomas inespecíficos e
improbables pero ciertos y que se ven limitadas, hasta hacerles incapaces de
manejar su vida.
Todo esto se debe a la incomprensión social y médica general,
por la poca humanidad frente a la gestión
en un mundo donde priman los intereses económicos.
Ana es una sobre diez millones de
enfermos crónicos, un problema para un sistema que antepone sus intereses económicos frente a un problema de salud importante. Negando la evidencia,
creen que pueden parar la lucha de estos enfermos.
Y se lo dedico a los que perdieron la
vida por negarles a vivir con dignidad su enfermedad: Lola, Manuel, Magnolia, Carmen,
Pedro, Marisa, Patricia, Asun, Antonio, Elena, Carmina, Justa, Montse, Maruchi,
Pilar... y más... muchos más.
Luna Llena del Venado
Luna Llena del Venado
Estupendo relato. Real como la vida misma. Estoy deseando leer tu novela.
ResponderEliminarKimana.