lunes, 30 de junio de 2014

Querido Madiba


Al entrar en la escuela Adama contempló lo que el profesor había escrito con tiza blanca en la pizarra:

                                      Querido Madiba:

Cuando todos los alumnos tomaron asiento, el maestro les dijo que un viejo amigo de Mvezo había iniciado un largo viaje para el que necesitaría provisiones de amor, bondad y esperanza. La tarea consistía en escribirle una carta con al menos tres acciones hermosas que hubiesen realizado en su vida.

Adama no sabía qué cosas bonitas podría contarle, mientras los demás niños proyectaban en un folio sus pensamientos. Tenía miedo de que las suyas no fueran lo suficientemente hermosas como para ayudarle en su camino.

Ante el bloqueo del miedo, Adama observó desde la ventana las ramas desnudas de un baobab que parecían alcanzar el cielo. En ese momento rememoró lo que su madre le relató acerca del baobab:

-Tras perder a tus hermanos en tres partos, no me resigné. Cada mañana acudía al gran árbol de la fertilidad para que me concediese el fruto más hermoso de África.
Desde que naciste supe que eras hija de las raíces, que alimentaste a tus hermanos cuando se fueron y a mí con tu presencia.


En los ojos de Adama brotaron dos lágrimas que iniciaron la carta.

Nube de un Viento Ardiente

lunes, 23 de junio de 2014

La isla del faro

Ya me estaba acostumbrando a esa luz intermitente y nocturna, que sólo hacía unos días se había instalado en mi vida. El nuevo faro. El antiguo, donde vivía, en unos meses sólo sería una torre sin luz; lo que fue un proyecto lejano, parecía no llegar nunca, se acercaba  a una velocidad inusitada, arrasando cualquier duda.

            Nunca lo consideré mi hogar, pero aquí he pasado los últimos 30 años; mucho tiempo para no sentir que algo importante iba a cambiar en la isla. En todo este período he pasado ocho meses al año, repartidos en dos temporadas. Lo entendí la primera vez cuando me lo propusieron:

           “Cuatro meses en la isla, cuatro meses de vacaciones y otros cuatro meses de vuelta a la isla. Empiezas el 20 de Abril”.

            Aquí he visto pasar mi vida, mis pensamientos y mis ilusiones. Aquí empezó la soledad. Pronto llegó el aislamiento, aunque aprendí a vivir con ello; me costó. A Gloria, mi mujer, aún más. Lo intentó… pero llegó un momento en que ya no lo soportó y me dejó sin nuestra soledad compartida.

            No duró mucho. Me acostumbré sin darme cuenta. Después de su huida me venían recuerdos que nada tenían que ver con ella. Sé que fue un día nublado y me invadió la sensación de que ese día gris no iba a tener fin, que el sol no saldría más.

            Los primeros años, mientras nos acostumbrábamos a esa nueva vida, pasaron sin prisa, sin ver que la soledad rondaba sobre nuestras cabezas. Los años siguientes nos acompañó Tor, un setter con mezcla de bretón español, regalo de los compañeros de la Comandancia, pues ellos si veían lo que nosotros ya sentíamos pero no queríamos entender.

             Es verdad que durante unos meses nos volcamos en el perro y nos unió contra la soledad. Pero cuando se hizo independiente y sólo teníamos que estar al tanto de rellenar el cuenco de comida dos veces al día, volvimos al principio. Para mí esto significó la aceptación de la soledad. Pero sólo para mí. Para Gloria fue el final.

            Tiempo antes me pidió que tuviéramos un hijo, un intento por seguir juntos. Pero ninguno de los dos puso un interés desmesurado por arrastrar al otro y conseguir descendencia.

             Llegó el día en que ella no me acompañó a la isla. Entré solo a la Comandancia, nadie me preguntó, nadie se extrañó. Recogí a Tor de la perrera, nos metimos en la barcaza y en 50 minutos estaríamos en el faro; Nuestra casa durante cuatro meses. En la travesía Tor ponía su rostro contra el viento, sabiendo a donde iba… seguro, alegre, quieto, el único momento que no estaba con ese movimiento nervioso e incansable de los perros de caza. No me miró al saltar a la orilla, no extrañó a Gloria, corría feliz de estar libre y yo detrás, sin correr y sin pensar.

            El faro nuevo, controlado a distancia, me echaba. Lo demás pasó hace mucho tiempo, aunque parezca cercano. Mi faro se apagaría  y sólo quedaría una luz más nueva, más potente, más fría. A mí, en poco más de dos años, me darían la jubilación. Ese tiempo lo tendré que pasar en una oficina y buscar una isla con faro y un Tor que se alegre siempre de verme, que sustituya al que dejé en esta isla donde vivió hasta los 12 años y en los últimos días me miraba a los ojos y me acordaba de Gloria, que se volvió a casar y tiene ahora dos hijos.
El Solsticio de Verano es plenitud, máxima luz que nos regala el Sol.

Un buen día para comenzar un blog sin límites y con la oscuridad justa.

Nuestros textos serán plegarias engarzadas en los collares de la tribu. 
Tributos de nuestra sed de armonía.
Cuentas pulidas
de la piedra preciosa que tenemos entre las manos.

Jerónimo
[Nacho Merino]


Dolor de beso


Hoy me he despertado con un intenso
dolor de beso en la espalda;
los labios pueden ser los objetos
más punzantes;
pero el cuerpo es vehículo para
comprender otras cosas.

No tengo fe pero tengo paciencia
y ahora sé que te busco
en la nieve de la mañana o
en la huella helada del último
caminante.

Quizá la luz lleve grabado el
destino de los hombres o
quizá seamos sólo
                     eso:
una herida consciente.

No lo sé.

Pero hoy me he despertado con un intenso
dolor de beso en la espalda.

Demothi
El que Habla mientras Camina